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Edificios emblemáticos: museos mexicanos (parte II)


En la última entrega de este blog les platicamos sobre la historia de dos maravillosos museos mexicanos: el Museo Nacional de Antropología y el Museo Nacional del Virreinato, en esa entrega descubrimos que los muros de los actuales museos están llenos de historias que marcaron un periodo de la historia de nuestro país.

En esta ocasión exploramos la historia del Museo Nacional de Arte, MUNAL, y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, MUAC, ¡Acompáñanos!


MUSEO NACIONAL DE ARTE, MUNAL



En Tacuba no. 8, en pleno centro histórico de la Ciudad de México se encuentra el MUNAL, justo en la conocida plaza Manuel Tolsá, cuyo nombre es el del escultor que realizó la escultura de Carlos IV, o mejor conocida como “El Caballito” que da la bienvenida al recinto. Sin embargo la historia de la edificación se remontan hasta la época del novohispano.


Al igual que el Museo Nacional del Virreinato, esta edificación comenzó por ser un noviciado jesuita pero en esta ocasión con la advocación a Santa Ana. En 1626, Don Melchor de Cuellar y su esposa Doña María Nuño de Aguilar, legaron en su testamento la construcción de dicha edificación a sus herederos que no pudieron cumplir con esta voluntad ya que, que la Compañía de Jesús, realizó un litigio que abrió las puertas para que en 1642 se iniciara el noviciado.


A pesar de haber ganado el litigio, los jesuitas no tenían la capacidad económica para la manutención del recinto por lo que en 1676, el Capitán Andrés de Tapia ofreció restaurarlo con la única condición de que la advocación cambiara por la de San Andrés.


En 1714, la Compañía de Jesús decidió que todos los novicios debían de concentrarse en el claustro de Tepozotlán (actual Museo Nacional del Virreinato) y que éste recinto fuera un centro de estudios humanísticos para los estudiantes más jóvenes, las unidades del colegio, la iglesia y la casa para los ejercicios espirituales se concluyeron en 1750.


Diecisiete años después de la inauguración de estos espacios, los jesuitas fueron expulsados de todo el territorio español y sus colonias por lo que la edificación quedó abandonada y pasó a ser parte del gobierno. En 1769, una pandemia de viruela azotó la Ciudad de México, por lo que el Obispo Don Alonso Núñez de Haro, solicitó la autorización para realizar un hospital con 400 camas pero fue hasta 1783 que el ayuntamiento de la ciudad cedió esta edificación al arzobispado de México, esto ayudó que el hospital aumentara su capacidad a 1000 camas, que tuviera la mejor botica de la Nueva España, una cerería, laboratorio y sala de disección de cadáveres.