Concentración en la oscuridad
Estimado lector,
En esta ocasión nos referiremos a lo que es el proceso creativo de un importante pintor surrealista, es un viaje interesante y complejo, ya que, desde que en el Renacimiento se desarrolló la idea del creador de arte como individuo fuera del gremio de productores de pinturas, esculturas o instrumentos utilitarios -según fuera el caso-, es prácticamente imposible separar al artista de su historia de vida.
Gracias a las descripciones de Michael Ende (escritor de novelas fantásticas como Momo de 1973 y La historia interminable de 1979, ambos de editorial Alfaguara Infantil) podemos conocer la obra y proceso creativo del que muchos consideran como el primer surrealista alemán: EDGAR ENDE.

Edgar Ende nació en Altona, Alemania el 23 de febrero de 1901. Cuanto tenía once años se inscribió en un curso universitario para convertirse en pintor. Tres años después iniciaría sus aprendizaje como pintor decorativo a la par que estudiaba artes en Altona y Hamburgo donde pudo analizar los retratos del pintor alemán Hans von Marées y la escritura del filósofo austríaco Rudolf Steiner, ambas influencias se reflejarían en su obra posterior.
El punto que marcó al obra de Edgar fueron las conferencias universitarias del filósofo y sociólogo judío-prusiano Ernst Cassirer en el año de 1922 sobre los escritos de Sigmud Freud y Carl G. Jung. A raíz de estas conferencias, empezó a desarrollar su técnica de trabajo hoy conocida como “concentración en la oscuridad” o “arqueología de la oscuridad”. Su hijo, Michael describe este proceso creativo en el libro Carpeta de apuntes (1994) de la siguiente manera:
[…] Se encerraba en el taller, por lo general lo dejaba incluso completamente a oscuras, se echaba en el sofá y se concentraba. […] la dificultad de esta concentración no consistía en concentrarse en un determinado pensamiento, en una idea determinada, sino en concentrarse en nada. Había que olvidar toda intención, […]. Ese era, según me explicó, el momento más difícil, pues al menor descuido […] irrumpía de nuevo en la quietud la conciencia normal del estado de vigilia, con su torbellino de pensamientos y palabras.
Tras un tiempo más corto o largo –la duración de esa conciencia vacía era diferente- aparecían las imágenes, […]. Él no podía influir en el contenido de estas imágenes, o sea, no podía cambiarlas a voluntad haciendo uso de su imaginación. Muchas veces, él mismo se quedaba enormemente sorprendido ante ellas. […], era de capital importancia no intervenir, durante ese proceso, con el entendimiento crítico normal, pues ello deshacía al instante el universo de imágenes. […] mi padre encendía de tiempo en tiempo una lamparita y, en un pequeño bloc, hacía un boceto de alguna imagen que le parecía interesante.
Con este proceso meditativo de creación, Edgar nos regaló imágenes con personajes indefinidos, inmóviles dentro de un escenario de soledad e inquietud onírica.
Cada que le preguntaba a Edgar cuál era el significado de sus obras, este contestaba que las ideas no debía de generarse en la mente del creador si no en la de quién miraba la obra, este es el motivo de que los títulos de su creaciones no dan ninguna pista lógica sobre el contenido de las mismas.